La crisis migratoria y humanitaria en la frontera con Colombia y Panamá se agudiza con el paso de los días. En lo que va del año 49 mil migrantes entre hombres, mujeres, niños, familias enteras, provenientes de Haití, Cuba, Venezuela, intentan cruzar la tupida y peligrosa selva de Darién en su ruta hacia Estados Unidos. El objetivo: realizar el sueño americano. Desde hace varias semanas, miles de migrantes, entre ellos menores de edad y mujeres embarazadas, aguardan en el puerto colombiano de Necoclí embarcaciones que los lleven hasta la frontera con Panamá para atravesar el Darién. Este corredor selvático de 266 km entre Colombia y Panamá se ha convertido en paso obligado para la inmigración irregular que desde Sudamérica trata de llegar hasta México, Estados Unidos y Canadá. El Monseñor Hugo Marín de la diócesis de Apartado en Colombia conversó con RFI y cuenta que muchos de los migrantes viven un gran suplicio al tratar de pasar la inhóspita selva del Darién, “El camino es muy tortuoso porque hay mucha montaña, el camino es empantanado, un rio con mucha crecida a veces, el migrante se extenúa con esas jornadas tan largas, es un camino que lo recorren en dos días del sitio donde desembarcan hasta la frontera, entonces son más de cinco horas de viaje”. Según Panamá unos mil migrantes "irregulares" cruzan el Tapón del Darién cada mes. Por su parte, las autoridades colombianas denuncian redes internacionales que trasladan a los migrantes de Chile -u otros países del continente- al departamento de Nariño, en la frontera con Ecuador, donde "mafias" les cobran hasta 300 dólares para llevarlos a los límites con Panamá. "No permitiremos que ninguna persona, ni ningún grupo al margen de la Ley, busque aprovecharse de los migrantes (....) para conseguir recursos que alimenten actividades ilícitas" advirtió Diego Molano; Ministro de Defensa de Panamá. Politicas de migración justas Por su parte, Gustavo Peralta del Centro de Asistencia Legal Popular (Cepal) de Panamá mencionó que los países involucrados en esta crisis deben desarrollar políticas de migración justa que permitan una adecuada organización del flujo migratorio. “Las instituciones deberían identificar primero la condición humana de cada uno de ellos y ver como se los puede atender en los centros migratorios, y que se le trate dignamente [...] Lo que deben entender los gobiernos es que el paso de personas no va parar, ellos van a salir de sus países de origen por una u otra necesidad. Buscar un control es aplicar dentro de cada país, una política de migración adecuada” comentó a RFI Por otro lado, los pobladores de la localidad de Necoclí celebran la presencia de los migrantes porque dinamizan la economía del pequeño puerto turístico castigado por la pandemia. Los migrantes arriendan cuartos de hoteles y casas particulares a la espera de un cupo en la docena de botes que a diario cruzan el golfo de Urabá, uno de los principales puntos de tránsito de migrantes que buscan cruzar a pie hacía Panamá a través del corredor selvático conocido como Tapón del Darién, con rumbo a Centroamérica. Panamá pretende alcanzar con Colombia un acuerdo similar al que tiene con Costa Rica, mediante el cual, un número determinado de migrantes son trasladados diariamente de manera controlada hacia la frontera costarricense con el permiso de San José para que puedan continuar su periplo. Según datos oficiales, desde hace una década más de 140.000 migrantes irregulares cruzaron el Darién. Aunque la pandemia del covid-19 redujo al mínimo el tránsito por esta ruta, en 2021 se ha vuelto a disparar de manera progresiva. Con AFP