Han pasado cinco años desde que Colombia firmó la paz con la guerrilla de las FARC. Sin embargo, en algunas regiones del norte colombiano los pobladores viven con temor de perder la vida si dan un paso en falso, ya que algunos grupos ilegales continúan sembrando artefactos explosivos como parte de enfrentamientos por el control de territorios. Tras seis décadas de conflicto armado en Colombia, las victimas por artefactos explosivos siguen en aumento. Según un informe del Comité Internacional de la Cruz Roja Colombia, en lo que va de este año, 263 personas han perdido la vida o han resultado lesionadas. “A uno le cambia el modo de vivir porque no falta el que dice ‘mire, aquel señor está sin piernas, aquel señor es un mocho’ o que si uno va a buscar trabajo a una empresa, lo que le van a decir ‘usted no me sirve’”, deplora una de las víctimas de las minas a quien llamaremos Juan, ya que ha pedido a RFI no revelar su identidad. “Todo eso lo lleva a uno a la depresión”, explica. Según Álvaro Jiménez, director de la ONG Colombia Sin Minas, las regiones de Santander y el Norte de Santander son las más afectadas por la intervención de diversos grupos ilegales como las disidencias de las FARC, el Ejército de liberación Nacional (ELN) y clanes de traficantes de drogas. “En general, todos estos grupos armados están involucrados en dinámicas asociadas a distintas ilegalidades, una de ellas el narcotráfico, pero también de insumos y de mercancías que vienen de Venezuela. No hay un solo tipo de actor armado, hay varios en la región”, apunta Jiménez. “Todos están haciendo uso de armas explosivas en el territorio y llevan a cabo actividades que afectan la vida de las poblaciones de estos territorios”, recalca. Ana María Hernández, de la Unidad de Contaminación por Armas de la Cruz Roja Colombia, señala que la mayor parte de víctimas de estos aparatos explosivos son hombres, algunos campesinos o civiles que vieron su vida y la de sus familias totalmente trastocadas. “Esto afecta mucho la dinámica y rompe el tejido familiar de las víctimas, porque cuando es el hombre, sobre todo en las zonas rurales, quien tiene un rol de ser el proveedor de los bienes, del bienestar de la familia, cuando esta persona es víctima, cambian los roles en las familias. Las mujeres entran a cumplir papeles muy fuertes en materia de sostenimiento familiar; los hijos normalmente también tienen estas responsabilidades. Entonces el impacto no lo sufre sólo la persona que se afecta por la detonación del artefacto explosivo, sino también su familia”, subraya. Hoy, Juan ha superado la depresión que le dejó este terrible incidente y junto a otros sobrevivientes han creado a una asociación para apoyar a otras víctimas. La ansiada paz no ha llegado a todos los rincones de Colombia.