De 49.000 nacimientos en 2015, Uruguay ha pasado a menos de 36.000 en 2020, lo que representa la tasa más baja de natalidad de su historia y, probablemente, la más baja de la región. El éxito de políticas públicas de prevención del embarazo adolescente, entre 15 y 24 años, es una de las causas que explican la caída histórica de la natalidad en Uruguay. Preguntamos al sociólogo Ignacio Pardo cuáles eran las razones de este fenómeno. Si para algunos esta noticia enciende las alarmas, otros subrayan el logro que ha significado la libertad y la elección de las personas sobre cuándo y cuántos hijos tener. Entrevista a Ignacio Pardo, sociólogo de la Universidad de la República en Montevideo. RFI. ¿Qué piensa de la caída de la natalidad en Uruguay? No es una sorpresa que Uruguay tenga una natalidad baja y que siguiera bajando. El descenso de la natalidad es un fenómeno relativamente universal y de largo plazo. Uruguay se acopla a ese movimiento. Lo que sí es una sorpresa es lo rápido que ha sucedido. Es un descenso vertical y muy fuerte de la natalidad. RFI. La disminución de la fecundidad es, en efecto, una tendencia en América Latina, que imita un proceso consolidado en Europa y zonas de Asia. ¿Hay alguna especificidad de este desplome en el caso uruguayo? Lo llamativo radica en que ese descenso fue muy pronunciado en nuestro país en los últimos cinco años. Esos números de la natalidad y la fecundidad desde 2015 hasta ahora son bastante impactantes. RFI. ¿Y cuál es la razón? La explicación es la baja de la fecundidad adolescente y temprana. Uruguay tenía, como el resto de América Latina, niveles de fecundidad relativamente bajos, pero conviviendo con niveles de fecundidad de adolescentes y temprana altos. En estos últimos cinco años, gracias a algunas medidas de política pública como el desarrollo de nuevas técnicas anti-conceptivas, esas adolescentes y jóvenes pudieron posponer con mucho más éxito los nacimientos que antes tenían muy temprano. De este modo, en cinco años, se redujo a casi la mitad la fecundidad adolescente y temprana, hasta caer (de 1,9) a 1,4 hijos por mujer, que es el nivel más bajo de la historia de Uruguay. RFI. ¿Es inquietante esta tendencia? La presión demográfica sobre el sistema previsional y los sistemas de salud o los sistemas de cuidado ha encendido algunas alarmas. Algunas son quizá más razonables que otras. Es razonable que el país intente ver cómo lidia con esa presión demográfica sin que eso resulte en un corte importante o un déficit de bienestar social de su población. Ya no es tan razonable que aparezcan incentivos a la natalidad que a menudo no funcionan demasiado o que quieren revertir un proceso como el del envejecimiento demográfico que es irreversible. Además, el envejecimiento es producto también de buenas noticias: una esperanza de vida más larga y poder controlar la fecundidad. Porque si bien ahora nos alarmamos porque es muy baja, no deja de ser una buena noticia que podamos elegir cuantos hijos tener y cuando tenerlos.