Después de 40 años fueron entregados a sus familiares los cuerpos de más de 30 personas, en su mayoría niños, de una comunidad campesina de la región peruana de Ayacucho que en los años 80 fue diezmada por el sangriento conflicto entre las fuerzas armadas y el grupo guerrillero Sendero Luminoso. Todos recibieron retratos de sus muertos, reconstituidos por un dibujante. Con ellos estuvo RFI en español. Oronccoy es una apartada comunidad campesina, ubicada a más de tres mil metros de altura en la región andina de Ayacucho, que fue el epicentro del conflicto armado interno entre el Estado peruano y el grupo maoísta Sendero Luminoso que remeció el país desde 1980 hasta mediados de los años 90.Cuatro décadas más tarde, fueron entregados a sus familiares los restos de 31 personas asesinadas durante esos sangrientos enfrentamientos. Veintidós de estas víctimas eran niños, lo que revela la brutalidad de este conflicto. Oronccoy fue arrasada por la violencia. La población quedó entre dos fuegos. Los años más duros fueron los de 1984 y 1985 tras los cuales la comunidad quedó despoblada. Cuando terminó el conflicto algunos regresaron y el presidente de la comunidad, José Carlos Ramírez, dice a RFI en español que en 1980 la comunidad tenía más de mil habitantes y ahora son entre 250 y 300. Valentín Rimachi, ya anciano, no recuerda su edad. En quechua cuenta que los militares mataron a su esposa y sus cuatro hijos, uno recién nacido, que ha recibido los restos de ella y su hijo menor, y espera algún día también poder enterrar a sus otros hijos. Fidelia Orihuela tenía 21 años y estaba embarazada cuando la policía mató a su esposo, sus hijas de dos y cinco años, su padre, su madre y su suegra. Huyó de Oronccoy, ahora ha regresado para enterrar a sus hijas y su suegra.“Estábamos en el monte, los policías han venido y lo han matado a toditos. Me escapé de ahí, pero toda la gente se ha muerto”, recuerda Fidelia, mientras las lágrimas caen por su rostro marcado por el dolor. En la comunidad se entremezclan la tristeza al recordar a sus muertos con la tranquilidad de poder enterrarlos después de tanto tiempo. Justiniano Rivas recibió los restos de su esposa y seis hijos. Estaba acompañado de sus otros hijos y su segunda esposa. Su hija Luisa Rivas dice que poder enterrarlos y saber dónde están alivia algo el dolor. “Ahora estamos felices, acá tenemos sus cuerpos presentes”, señala. Ana Huamán tenía cuatro años cuando los militares mataron a su padre. Obligados por Sendero habían dejado el pueblo y vivían en una cueva. “Mi papá se fugó para abajo. Cuando corrió, los militares le habían lanzado granadas. Yo corrí detrás suyo gritando ‘papá, papá’. Mi mamá me agarró de mi mano y me tapó la cara con su falda para que no vea. Recordar es triste. Cuando no conoces a tu padre, no sientes su cariño y es difícil”. Retratos para reparar la memoria y poder llorarAna, y todos los familiares, recibieron un retrato dibujado de su padre, como parte del proyecto “Retratos de Memoria” para que las familias, que en su gran mayoría no tienen fotos, tengan un recuerdo de las víctimas. “Me he sentido triste, ahora más o menos estaré acompañada”, dice la mujer al recibir el dibujo con el rostro de su padre. Simeón Corahua recibió también los restos de su mamá y cuatro hermanos, encontrados en una fosa común. Tiene otros familiares que todavía no puede enterrar. Entre lágrimas recuerda cuando los militares mataron a su familia.“Los metieron a una casa, sesenta personas han matado ahí. Yo estaba en otro sitio. De mí no queda más familia, solo yo”, recuerda llorando. Simeón recibió emocionado los retratos de sus familiares. “Parece que estuviera viendo a mi familia”.El autor de los retratos es el dibujante Jesús Cossio, quien habla del proyecto “Retratos de Memoria” del cual es uno de sus impulsores: “Es un proyecto de reivindicación, de reparación para tratar de cerrar dentro de lo que se pueda el duelo por los desaparecidos por la violencia. El proyecto es dibujar rostros de personas de quienes los familiares no tienen fotografías o tienen fotografías deterioradas. El momento de la entrega es un momento muy especial”.Este proyecto es apoyado por el Comité Internacional de la Cruz Roja (CIRC por sus siglas en francés), que acompaña y apoya a las familias en el proceso de búsqueda, restitución y entierro de los desaparecidos. Este apoyo incluye acompañamiento psicológico, asesoría para los trámites que deben hacer en este largo proceso, traducir al quechua la información que dan las instituciones y financiamiento del viaje a Oronccoy de los familiares que ya no viven en la comunidad. “Nuestro principal interés es asegurar que los familiares participen en este proceso de búsqueda desde el inicio y hasta el fin, desde la denuncia de una desaparición hasta la entrega del cuerpo y un entierro digno", dice Ángel Porras, representante del Área de Personas Desaparecidas y sus Familiares del CIRC Ayacucho. Y agrega que "brindar una respuesta positiva a las familias es para nosotros muy importante. Con el proyecto ‘Retratos de Memoria’ obtienen este retrato y realmente los familiares están muy agradecidos porque tienen físicamente una imagen que les va acompañar, a la que le pueden ponerles flores y frente a la cual llorar.”Los restos óseos encontrados e identificados, puestos en pequeños ataúdes blancos ,fueron velados por la comunidad en la rústica capilla de adobe. Les pusieron flores y velas, y a los niños, muñecos encima de los ataúdes. Fueron enterrados en el cementerio del pueblo entre cantos en quechua.