Cuando China invitó a los países de América latina y el Caribe a unirse a la "Ruta de la seda", aseguró que se trataba de una plataforma para una cooperación mutuamente benéfica desde el Cono Sur hasta México. China es hoy un socio comercial esencial para la región. El análisis de Eduardo Daniel Oviedo, investigador en Argentina del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), profesor de relaciones internacionales en la Universidad del Rosario y sobre todo un conocedor de los vínculos de Pekín con Latinoamérica. RFI: Diez años después de haberse echado a andar La Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI) (en inglés: Belt and Road Initiative, BRI), ¿cómo les va a los países latinoamericanos?, ¿quiénes ganan y quienes pierden? Eduardo Daniel Oviedo: En la relación entre China y América Latina en el marco de la franja y la ruta no podemos decir que haya ganadores absolutos o perdedores absolutos. Hay casos muy claros de Estados ganadores en la relación comercial con amplios superávits que le permiten a esos países a cumular divisas y mantener estables sus monedas. El caso de Brasil, de Chile o México, en donde si bien tiene déficit comercial, México importa muchos manufacturados que luego ensambla y exporta hacia Estados Unidos, Canadá o los venden en México; obteniendo un beneficio. Entonces esos países tienen un círculo virtuoso. En otros casos, hay perdedores, como el caso de Argentina, país exportador de materias primas y China, país importador de materias primas. En esta relación que podría ser muy positiva, hace 15 años que tiene déficit comercial. Allí aparece China como una suerte de prestador, de cooperador ante los problemas financieros argentinos, y se inicia la suerte de cooperación financiera que yo la denomino como un círculo vicioso, en donde tenemos déficit comercial y luego viene China a resolver nuestros problemas financieros a partir de ya haber obtenido esos déficits comerciales. O sea, ¿podríamos decir que es una dependencia financiera de un país como Argentina frente a China? En el intercambio, es ese centro periférico, pero a su vez también tiene una relación norte sur, porque la mayoría de los países de América latina son países del sur, son economías periféricas, son economías, digamos algunas intermedias, y China es un país ya del norte, no un país del sur. No existe ese modelo de cooperación sur-sur que utópicamente los chinos plantean. Eso existía en la década del 70 del siglo pasado, en la década del 80, donde las economías tenían una proporción similar o parecida. Hoy China es la segunda economía del mundo y los países de América latina están posible en el puesto número 16,17,18. Entonces ahí se marca esa relación norte-sur. Sin embargo, los países occidentales critican la iniciativa y acusan a Pekín de querer extender su influencia geopolítica y estratégica en la región. Estados Unidos se vea amenazada también su influencia en lo que durante décadas se consideró como su patio trasero. China tiene en estos momentos al menos cuatro iniciativas: La franja y la ruta, La comunidad de destino humano, La iniciativa de Desarrollo Social y La iniciativa de desarrollo y de seguridad global. Esas cuatro iniciativas, yo diría que es un poco la búsqueda de institucionalizar el poder chino en el mundo. Es decir, China se ha transformado en una potencia de gran envergadura, y está viendo cómo obviamente alcanza un rol mayor que sería el de superpotencia. En este caso está planteando algunas iniciativas, como las llaman ellos, que son marcos regulatorios que buscan consolidar ese poder que tiene China en El Mundo. Esa es un poco la clave. Obviamente que tiene que ser mirada el caso de La franja y la ruta como una iniciativa geopolítica, económica, financiera e incluso de otras índoles, porque la comparación puede ser en diferentes ámbitos. Además de la influencia geopolítica y estratégica de China, algunas oenegés acusan a los proyectos chinos a que se llevan a cabo en América Latina de violar los derechos humanos, sobre todo de no respetar las normas medioambientales… Sí, hay muchos proyectos que han tenido consecuencias desagradables para muchas poblaciones. El primer caso, recordemos allá por la década del 90, la célebre minera Shoukan, que estuvo a realizando inversiones en Perú y tuvo un impacto muy negativo en las comunidades aborígenes. La pesca es otro tema también muy sensible. En países como Ecuador, Perú, incluso también en Argentina, donde ha habido no solamente numerosos incidentes con pesqueros en el mar argentino, sino también se ha cuestionado a China por sus prácticas violatorias de distinta índole en los barcos que operan, por ejemplo, en el Atlántico Sur o el impacto en algunas otras comunidades respecto a inversiones. En estos momentos en Argentina es claro que también China está buscando la forma de mitigar esos impactos. Pongo un ejemplo, en el caso de la pesca en el océano Atlántico sudoccidental, lo que se está tratando de hacer es mecanizar el proceso de trabajo en el barco. De esa manera, limitar el uso de mano de obra y, por ende, también evitar las condenas o críticas que se realizan a China, no solamente a cómo es el tratamiento de los recursos que se pescan, sino también al tema de Derechos Humanos. Entonces creo que China está buscando mitigar de alguna manera y tratando de aprender en estos últimos años de qué manera se pueden hacer proyectos de inversión en América latina e ir restringiendo ese impacto tanto en el medio ambiente como en las comunidades.